martes, 28 de octubre de 2014

Del empate agónico que los dragones obtuvieron tras su tortuoso paso por Yuncos. Quijote 12 - Hortaleza B 12


En esto que saltaron al verde terreno de juego los quince dragones que para la ocasión habían sido escogidos para asolar los pastos de Yuncos. Sin embargo, la ventura no fue guiada de la manera que acertaron a imaginar; porque allí a lo lejos, amigo abisinio, esperaban otro número igual de iracundos gigantes -sí, gigantes, no molinos, como me atrevo a pensar que intentarás señalar-, a quienes presentaron batalla, con escasa fortuna, a la vista del resultado obtenido; pues, que duda cabe, era buena guerra y gran ofrenda para la madre de estas aladas criaturas de épocas pretéritas (12-12).

Como las crónicas habían señalado, los gigantes hicieron valer su corpulencia y sus buenas artes para moverse entre el entuerto y la confusión, así como para acrecentar su tamaño valiéndose de las mismas. Los dragones, aunque ya cursados en este tipo de lides, tardaron demasiado en presentar la adecuada manera de acometer a su fiero y desigual rival. En esas, los locales hicieron valer sobre el forraje su superioridad física, aunque desordenada, pues si bien dominaban los agrupamientos propios y usurpaban los ajenos, las melés se mantenían en terreno neutral, siendo a veces la pericia y maña de los dragones las que prevalecieran en el choque de ambas ganaderías.

Encomendándose a todas sus escamas, pidiéndoles a las mismas que en tal trance les parapetasen, alas desplegadas, garras y fauces en ristre, arremetieron al galope y embistiendo a su rival, con el objetivo de luchar campo abierto, donde su superioridad debería haber sido manifiesta. Sin embargo, los manchegos se ufanaban en profanar cada uno de los rucks que Hortaleza lograba formar. Con esas, el juego se enfrasco en un combate subterráneo, de delantera, al que solo a los locales beneficiaba. Sus corruptas costumbres no hicieron más que entorpecer con constantes golpes de castigo el dinámico partido que los del Hortal habían propuesto sobre el pliego. No obstante, si por fin la almendra lograba llegar a las manos de los habilidosos corceles abisinios, éstos padecían de inoportunos temblores que propiciaban la caída de la misma, y el alzamiento de brazos y pesares en la grada.

Las imprecisiones en el juego tomaron protagonismo. Paciencia, amigo. Cierto es que el relato avanza con lentitud, pero el arte del rugby, más que otros, está sujeto a continuas mudanzas. Con superioridad física y territorial, los manchegos insistían de la única manera que conocían para llegar a marca: utilizando la cabeza, pero no con la materia gris que todos más o menos todos tenemos, sino con la dureza y el caño de sus molleras. Al ecuador de la primera mitad, a cinco metros, el apertura relanzó a uno de los mastodónticos pilares, que se llevó el oval y a dos defensores de Hortaleza colgados de él hasta la zona de marca (7-0). Un golpe de castigo pocos minutos después pudo aumentar la ventaja, pero el pateador no atinó, pese a lo centrada de su posición.

La primera sensación de verdadero peligro para Quijote tuvo lugar en los estertores de la primera parte de la contienda. A partir de ahí, los dragones del Hortal no abandonaron en ningún momento la 22 rival. Circunstancia que se repetiría de forma muy escandalosa tras el asueto. Tobi primero,y Julián después pudieron igualar al borde del descanso. Sin embargo, sería Balbín, de la, ese día, denostada línea de tres cuartos, quien redujera las distancias al poco de iniciarse los segundos cuarenta minutos a la salida de una melé, que Victor supo mover hasta los centros (7-5).

El último acto del choque tuvo a los abisinios como único protagonista, con la excepción de uno de los alas de Quijote, que listo se aprovechó del enésimo error en la recepción de la línea del Hortal para hacerse con el oval y recorrer con nula oposición todo el largo del verde de Yuncos (12-5).

Los Quijotes desde entonces se toparon con la persistencia enfermiza de los dragones, ataviados como corpulentos molinos, revestidos de contundentes aspas, para la ocasión. Dicha firmeza chocaba una y otra vez con las ya para entonces maltrechas lanzas y armaduras de los bravos manchegos, cuyo fronterizo y escaso conocimiento del reglamento propició que durante todo el partido hasta tres de ellos acabasen mirando cabizbajos el cartón amarillo del guardián de la noche. Tantas y variadas fueron dichas fechorías que tras la última perpetrada por los desaforados yunqueros, cuando el tiempo expiraba, el hombre de rosa tuvo que conceder ensayo de castigo al enésimo y postrero intento desesperado de los dragones por conseguir el empate, el cual Victor se encargó de certificar (12-12).

Alineación: 1. Maño (18. Juampa), 2. Chencho (c), 3. Julian; 4. Andrés (20. Topo, 60'), 5. Brasas (21. Françoise); 6. Tamin (22. Urki, 40'), 7. Josu (19. Pumuki, 40'), 8. Chef; 9. Pelusa (m.m), 10. Victor (ap.); 12. Cheta, 13. Balbín, 14. Tobi; 15. Richi (23. Dosser, 40').

Resultado final: Quijote Rugby Club 12 - XV Hortaleza B 12.

Anotadores: Balbín, 5 puntos; Victor, 2 ptos.



Fotografía (de archivo): Jorge Bodelón Gil.

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