jueves, 26 de marzo de 2015

El triunfo de la calculadora irlandesa: La historia del Seis Naciones 2015

Fuente: RBS Six Nations

La noche es cerrada en Edimburgo, donde dos horas antes el Seis Naciones se ha despedido de la capital escocesa un año más. Sin embargo, la expedición irlandesa en las gradas de Murrayfield no se ha movido de su asiento, pendiente de lo que sucede en Londres. Allí, Inglaterra vence a Francia ‘sólo’ de veinte puntos. Está a un ensayo de conseguir la diferencia necesaria para arrebatar el Seis Naciones de las manos de Irlanda. Cuando el árbitro decreta el final, una explosión de alegría se apodera del estadio. El trofeo reposará un año más en Dublín. Minutos después, los jugadores irlandeses salen una vez más a Murrayfield, esta vez trajeados, para celebrar su triunfo en una memorable última jornada. Donde ahora gritan y bailan, los muchachos del trébol se han impuesto a Escocia (10-40), pero también a Gales, cuya victoria sobre Italia resultó insuficiente (20-61), y finalmente a una heroica Inglaterra, que pese a avasallar a Francia no logró completar la gesta (55-35). Las tres batallas del sábado dejan un saldo demoledor para las defensas: 27 ensayos y 221 puntos en algo más de seis horas de rugby que han coronado al rey de Europa.


Paradójicamente, en medio de esa efervescencia de ensayos, Irlanda, el favorito con menos puntos y ensayos conseguidos, acaba imponiendo, calculadora en mano, su sangre fría. Hace tiempo ya que la dama de la isla esmeralda abandonó sus maneras ingenuas y generosas. Este equipo no sale al campo a ganar, lo hace para conquistar Europa y todo lo que se ponga por delante. Y 2015 es año de Mundial. Este Seis Naciones es la última guerra antes de un campeonato que, al igual que esta edición, se decidirá en Twickenham. Será el 31 de octubre. Pero esa historia está aún por suceder.

Fuente: RBS Six Nations
La de ahora, la que toca contar, es la de la edición número 121 de una de las competiciones más antiguas y respetadas del deporte. La que coronó a Irlanda por segundo año consecutivo, la que comenzó en Cardiff un 6 de febrero para acabar cuarenta y tres días después en Londres, y que tuvo a Inglaterra como gran derrotada a pesar de vencer esta en las dos batallas que dieron principio y fin a la guerra. Esta es su historia.


Inglaterra incendia el Millenium


Cardiff, viernes 6 de febrero de 2015. 21.05 horas*. Tras aguardar una espera que debe parecer eterna, los jugadores que saltan al césped del Millenium son cegados por una intensa luz blanca. El estadio respira un ambiente eléctrico, multiplicado exponencialmente por el intenso espectáculo de luces y fuegos que alumbra la noche de Cardiff. Los que salen a luchar son los gladiadores del siglo XXI.

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Honrando a sus seguidores, Gales se vuelca en la lucha. Con el marcador estrenado por su pateador Halfpenny (3-0), el número 8 de los dragones Talupe Faletau rescata el oval de una melé a cinco metros de marca y escapa buscando un hueco en la defensa inglesa. Cuando parece haber sido neutralizado, consigue descargar en Webb. El ensayo está servido (10-0). Inglaterra no duda, pues la salida enfervorecida de Gales estaba en el guión. Al rato se planta en territorio galés y encuentra al joven Watson, uno de los chicos de Bath con los que el seleccionador inglés Stuart Lancaster quiere incendiar este Seis Naciones (10-5). La réplica del XV de la Rosa no sienta bien a los de casa, que ponen tierra de por medio con dos patadas lejanas, una de ellas un estratosférico drop de su apertura Dan Biggar, para marchar más holgados al descanso (16-8).

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Tras el receso, Inglaterra se apropia del partido. Otro de los bailarines de Bath, Jonathan Joseph, regala su carta de presentación en el torneo y hace el segundo ensayo inglés (16-15). A Gales sólo le queda contener la ofensiva inglesa, que no cesa ni aun poniéndose Inglaterra por delante con un golpe transformado por George Ford (16-18). El anulado de un ensayo de los ingleses a pocos minutos del final obliga a Inglaterra a replegarse. Desde la defensa provocan el último error de Gales y dan a Ford la posibilidad de culminar la remontada. El apertura inglés no falla (16-21) y nadie parece acordarse de Owen Farrell, ausencia obligada durante todo el torneo por lesión. El Millenium ruge, pero son los ingleses los que celebran la toma del castillo galés. El dragón ha caído, proclaman. San Jorge, Saint George Ford, lo abatió. Simplemente ha sido un estallido. La primera batalla de una guerra que acaba de comenzar.

Al día siguiente, Roma recibe al campeón. Irlanda defiende el título conquistado el pasado año, por primera vez sin su ‘eterno’ gran capitán Brian O’Driscoll, retirado. El hombre llamado a sucederle, Jonathan Sexton, se recupera de un fuerte traumatismo en la cabeza y opta por no precipitar su vuelta. No es la única lesión que aqueja al Trébol, que sale a jugar sin lucir sus mejores galas. Con menos lustre del que podía esperarse, Irlanda se deshace de Italia, finiquitando el duelo con dos ensayos en apenas dos minutos en la recta final, cuando contaba con una superioridad numérica por expulsión de un rival (3-26).

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Menos lucido aún es el estreno de Francia, que evalúa en Saint Denis los progresos de una renovada Escocia. La mejora de los del Cardo es evidente, en contraste con la estancada apuesta de los galos, que dieron la espalda al juego hace años y se preguntan ahora cómo los vientos no les favorecen. Los escoceses consiguen ensayar antes del descanso, pero el poste repele el oval en la conversión, permitiendo la ventaja bleu al descanso (9-8). Francia se agarra al pateo de su ‘10’, Camille Lopez, y sigue sumando de tres en tres para llevarse finalmente el partido (15-8).

Sudor irlandés, sonrisa inglesa


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Seis días después, los franceses se enfrentan en Dublín a un ejército de obreros que laboran como hormigas para alimentar a su reina. Esta reina que engrandece la saca de puntos de los suyos es Jonathan Sexton, el flamante apertura del campeón. Si Irlanda presume de Sexton, Francia lo hace de su centro Bastareaud, un trescuartos con planta de pilier que no construye; aplasta. Emblema de esta nueva Francia, que recela del sabor dulce y que es tan dura como para masticar piedras, el búfalo sale al encuentro del apertura rival. Al igual que ya hiciera el año pasado, Bastareaud embiste, y aunque en esta ocasión no retira a la estrella irlandesa del campo, su sangre riega el césped del Aviva Stadium.


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Irlanda no se permite concesiones y busca las cosquillas al contrario. Ha elegido jugar así; les Bleus no dan señales de saber hacerlo de otra manera. La credencial de los franceses es el tamaño de sus bíceps y pectorales, olvidando que el músculo más importante del rugby es aquel al que el cráneo protege. Ni la fuerza bruta les basta para imponerse en la lucha, Irlanda manda. Y cuando restan diez minutos y la máquina francesa, en un arrebato de nostalgia, comienza a producir rugby, ya es demasiado tarde. Desabrochan la defensa irlandesa una vez, pero estos no consienten más a su otrora bestia negra. El duelo es suyo (18-11). Ahora les toca ajustar cuentas con el enemigo inglés.

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Frente al ceño fruncido y el sudor irlandés, en Inglaterra la vida es de color de rosa. Ni la tempranera marca de Parisse en la visita de los azzurri a Twickenham altera la sonrisa con la que salieron de Cardiff. Los de Lancaster vuelan convencidos que este año sí es el suyo. El dragón galés no volverá a interponerse en su camino y Francia, en la última jornada, no es a día de hoy un rival a su altura. En el libro de ruta se interpone Dubín, pero esta Inglaterra parece tenerle tomada la medida al rodillo irlandés. Será este año, tiene que serlo. Antes espera Italia, que da la cara en Londres pero se va con seis ensayos y medio centenar de puntos a cuestas (47-17). A la fiesta se acaba uniendo el (ahora) ojito derecho de la afición, Danny Cipriani, por cuyo regreso a la selección tanto clamaron los ingleses. Con el hijo pródigo de vuelta a casa, Inglaterra ensancha su sonrisa.

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La jornada la cierra la desolación escocesa, pues tras batirse contra otro de los ‘cocos’ de la competición, su rosco en el casillero de puntos sigue sin estrenarse. Los dragones de Gales llegaron a Murrayfield dispuestos a lamerse las heridas sufridas por el enemigo inglés pero poco volaron en su visita a Edimburgo. Quien sí lo hizo fue el zaguero local, Stuart Hogg, que enseña a los galeses su dorsal en una espectacular galopada desde más allá de medio campo sin que ningún oponente pueda tan solo pensar en echarle el guante (7-3). Los dragones se desperezan y la montaña de naipes construida por Escocia comienza a desplomarse poco a poco. El cañonero galés, Leigh Halfpenny, cercena la ventaja local, que deja de existir cuando Gales ensaya al contragolpe (10-16). Ya en la segunda mitad, Jonathan Davies traspasa como un cuchillo la defensa escocesa dejando en papel mojado los intentos de Escocia por remontar (16-26). Pero Hogg no se resigna a su suerte, y en otra maravillosa cabalgada rompe la línea contraria. El avance escocés es truncado por un peligroso placaje alto, pero el juez de la contienda sólo aprecia el balón adelantado de los escoceses. A falta de un minuto, Escocia consigue su merecido segundo ensayo, pero pica el anzuelo y se enzarza en una estúpida pelea que se come esos valiosos últimos segundos (23-26). Gales sale con vida de Edimburgo.

This is Ireland, boys


Fuente: RBS Six Nations
Tras dos jornadas disputadas, el torneo va despejando incógnitas que colocan a cada equipo en la clasificación. Dublín se prepara para asistir a la primera final del campeonato. Se enfrentan los dos únicos equipos invictos, Irlanda e Inglaterra, el campeón y el aspirante. La carrera hacia la gloria del Grand Slam se despejará en el Aviva Stadium. Antes, la jornada depara otras dos finales. Primero, la de los derrotados Escocia e Italia; después, la que descartará definitivamente a un potencial aspirante: ni Francia ni Gales pueden permitirse una nueva derrota si quieren conservar opciones de triunfo.

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En el duelo por esquivar la Cuchara de Madera, peculiar reconocimiento al equipo que pierde todos sus partidos, Escocia domina en Murrayfield a una peleona Italia, que aun así logra llegar con opciones al final del encuentro. Los del Cardo recuperan el balón a falta de unos pocos minutos y se disponen a matar el partido. No es así: el pateador escocés no logra sacar el oval del campo en su despeje e Italia no desaprovecha el regalo. Consigue llevar el balón hasta las inmediaciones de la marca escocesa y allí, al igual que habían hecho en su primer ensayo, construyen un maul que, impotentes por no saber frenarlo, los escoceses derrumban. La infracción es clara: ensayo de castigo (19-22). La cuchara no será azzurra este año.

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En Saint-Denis, Francia y Gales presentan el duelo entre dos cañoneros, Camille Lopez y Leigh Halfpenny. Al igual que ya sucediera contra Irlanda, el XV del Gallo se ve superado tanto por las oportunidades con las que cuenta el apertura rival como por la calidad del pateo de éste. Y al igual que ocurriera dos semanas atrás, sólo empiezan a jugar cuando la brecha en el marcador es demasiado grande. Dulin consigue ensayar para los franceses, pero el ‘10’ galés Biggar ya había hecho lo propio antes para los suyos. Gales vence sin alardes (13-20) y sólo tiene ojos ya para la visita de Irlanda a Cardiff dentro de dos semanas. En Francia, hundida en un mar de incógnitas, no se le detecta nada que pueda salvarla de la mediocridad de luchar con Italia por el cuarto puesto.

Pero el duelo de la jornada está en Dublín. Allí, los muchachos de O’Connell esperan con ganas a los de Robshaw. Inglaterra no tendrá opción porque Irlanda es un torbellino. Irlanda es el brazo de Sexton que se agita furioso tras anotar un golpe de castigo, es la presión asfixiante de Robbie Henshaw, es O’Brien y también O’Mahony al levantar a Toner para conquistar el oval en los cielos y castigar la osadía inglesa de no mirar a palos y buscar el ensayo. Esto es Irlanda. This is Ireland, boys. Cuando Irlanda se coloca nueve puntos por encima (12-3) a falta de media hora, Inglaterra cree estar frente a un abismo. Y al cazar Henshaw un balón que cae del cielo y ensayar, Inglaterra sabe que está perdida. Si el camino hacia al Mundial pasaba por el Grand Slam, los ingleses deben buscar otro camino (19-9). Dublín es inexpugnable.

La tarde en la que el campeón cayó

Fuente: RBS Six Nations

Tres jornadas después, el centro del torneo vuelve a Cardiff. Irlanda tiene ante sí la posibilidad de dar un zarpazo definitivo para hacerse con el torneo y acariciar el que sería tercer Grand Slam de su historia. El Trébol conquistó el segundo hace seis años sobre el césped del Millenium. Pero esta Gales no es la de 2009, que ya había perdido toda opción de victoria cuando O’Gara firmaba el drop más importante de su carrera. Esta Gales no es siquiera el equipo que había jugado los anteriores tres partidos del Seis Naciones. Los dragones han estudiado bien al rival, saben bien cómo se las gastan los irlandeses y no quieren ser sometidos desde el primer minuto.

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El Millenium ve a los suyos volar a tumba abierta, aplicando una presión asfixiante a los irlandeses, que si pudieran pedirían tiempo muerto. Cuando Sexton tiene la primera oportunidad de abrir fuego su equipo va perdiendo 12-0. Y no acierta. Irlanda quiere pero no puede, no encuentra su sitio en el partido. No lo tiene, Gales se ha encargado de ello. Ni los saques de lateral, punto fuerte de los chicos de O’Connell, funcionan esta tarde. Tampoco los balones divididos. Presionados, los irlandeses caen en la precipitación. Les pueden las ganas y fallan. Los dragones han llevado el partido a un desfiladero y con la ventaja en el marcador, vuelan sin miedo, aprovechándose de la incomodidad irlandesa. Tras el descanso (15-9), Irlanda se lanza de cabeza a por ese ensayo que les separa y arrincona a Gales, pero esta se planta en una trinchera cavada en su ’22’ y no permitirá el paso de irlandés alguno. En uno de los esfuerzos más memorables en la historia reciente del rugby, los galeses, y el Millenium con ellos, aguantan una embestida, sin tregua y sin fin, para evitar el ensayo de los del trébol. El estruendo no puede ser mayor en Cardiff cuando, tras 47 fases de juego, Irlanda pierde el oval.

Queda mucho partido pero los galeses saben que el golpe propinado por los locales con esa defensa puede ser letal. Es ahora su turno. Gales ve desesperación en los ojos de los irlandeses y decide matar el partido. El destino se ceba cruelmente con Irlanda, que tras marcharse de vacío tras una ofensiva inacabable, ve cómo, a falta de quince minutos, Scott Wiliams aprovecha una debilidad en su defensa (20-9). No será la burla más cruel que el partido les tiene preparada, pues logran rehacerse del latigazo y tras recortar distancias, en una última acometida vuelven a poner al dragón contra las cuerdas. Su último esfuerzo sólo le reporta la decepción de contemplar cómo el partido muere a escasos metros de marca galesa. El campeón ha caído devorado por su impotencia.

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A Twickenham llegan los ecos de la batalla de Cardiff. La Calcutta Cup, el trofeo que conmemora aquel partido jugado en la India entre ingleses y escoceses el día de Navidad de 1872, está a punto de comenzar. E Inglaterra sabe que puede acabar la jornada como líder. Envalentonada, exhibe todo su potencial ofensivo, y abre el marcador a los pocos minutos por medio de Joseph, que lleva tantos ensayos como partidos disputados en el torneo. La avalancha es tal que parece el preludio de una masacre. Pero la bisoñez de los ingleses a la hora de definir permite a Escocia salvar las acometidas y no sólo eso, con un ensayo de Bennett y dos golpes de Laidlaw, los del Cardo llegan al descanso con ventaja (10-13). Inglaterra no quiere sorpresas, y su apertura Ford aleja los fantasmas con un nuevo ensayo apenas iniciada la reanudación. Y aunque el saldo de puntos no es tan grande como ellos hubieran deseado, los ingleses acaban líderes la jornada a merced de una nueva combinación de su línea finalizada por Nowell (25-13).

Fuente: RBS Six Nations
El cuarto acto ha dado un vuelco a la clasificación y sirve en bandeja de plata una espectacular última jornada: Inglaterra, Irlanda y Gales tiene el mismo número de victorias. El título se decidirá en una carrera por conseguir la mayor diferencia de puntos posible en los encuentros disputados consecutivamente en Roma, Edimburgo y Londres. Los galeses llegan con una renta exigua para hacerse con el torneo (+9) pero acaban de vencer a Irlanda y jugarse a los puntos una última jornada frente a Italia no parece mal negocio, por mucho que partas con desventaja. Por su parte, Irlanda (+33) ha visto sus opciones seriamente mermadas. Su apuesta por vencer por KO el torneo, derrotando a todos sus oponentes, murió en Cardiff. A los puntos no es favorita. Sólo ha logrado cuatro ensayos en lo que va de torneo, por once de los ingleses y cinco de unos galeses que esperan doblar esa cifra en su visita a Roma. Deberá apostarlo todo en Murrayfield, donde Escocia luchará por evitar una inmerecida Cuchara de Madera. Y la última palabra la tendrá Inglaterra.

Se dice que si Inglaterra pierde, tres de cada cuatro personas de las islas se alegran. Inglaterra (+37) es el enemigo natural de escoceses, galeses e irlandeses. Pero el desafío histórico de los ingleses no está en Bretaña, sino al otro lado del Canal de la Mancha. Los franceses no pasan por su mejor momento pero su mejor momento del pasado año fue frustrar las opciones de victoria a los de Lancaster. El sábado el Gallo no tiene mejor plan que volver a aguarle la fiesta a Inglaterra en Twickenham. Porque incluso Francia tiene opciones de victoria en la última jornada, pero nadie en su sano juicio apostaría a una derrota de todos los aspirantes al título, empezando por Italia y acabando por la propia Francia. Los dos equipos continentales se enfrentaron, por cierto, en la cuarta jornada, en lo que viene siendo de forma habitual el duelo más gris de los quince que se disputan cada año. El único atisbo de luz fue el que ofrecieron los galos en el primer ensayo del partido, finalizado por Maestri.

El acto final


Sábado 21 de marzo. Estadio Olímpico, Roma. 13.30 horas


Fuente: RBS Six Nations
Gales e Italia abren en Roma seis horas de rugby con el Seis Naciones en juego. Los galeses tienen la tarea de anotar el máximo de puntos posible, pero antes de abrir diferencias, Halfpenny se encarga de sofocar los conatos de rebelión por parte de los azzurri. De la diestra del cañonero de Gorseinon llega el primer ensayo de la tarde, obra del gigante Jamie Roberts (11-6), al que responde el ala italiano Venditti (13-11). Italia no quiere ser un palmero de una fiesta galesa y remonta, pero al descanso mandan los dragones (13-14).

En los segundos cuarenta minutos, los galeses se abandonan a la acuciante necesidad de puntos. A los cinco minutos, Liam Williams encuentra una rendija por la que colarse y animar a los suyos (13-21). De pronto, un mal despeje italiano desata una tormenta. El oval llega hasta George North, que en poco más de diez minutos cruje el partido con tres ensayos (13-42). A partir de ahí, Gales se encomienda a estirar la diferencia y a Italia no le queda otra que taparse como sea ante el vendaval que se cernía sobre ellos. Webb, Warburton y Scott Williams engordan la cuenta (13-61). El hambre de ensayos no tiene fin. Irlanda e Inglaterra deberán apalizar a Escocia y a Francia respectivamente si quieren llevarse el torneo. Y cuando el final se acerca, los galeses pagan su atrevida ambición. Con el equipo completamente volcado en busca de un último ensayo, el ala local Leonardo Sarto logra escaparse con el oval y ensayar. Italia le acaba de ‘robar’ siete puntos al botín de los galeses para hacerse con el Seis Naciones (20-61). La mano de Gales es fuerte, pero ahora les toca a Irlanda y a Inglaterra mostrar sus cartas.

Murrayfield, Edimburgo. 15.30 horas.



Fuente: RBS Six Nations
En Edimburgo el sol luce radiante, esplendoroso. Como contraste a una tarde apacible, Irlanda muestra su lado más salvaje y no tarda en enseñar los colmillos. Sin conceder tan sólo un instante de tanteo, se lanza al cuello de su rival y asesta la primera dentellada por obra de su capitán O’Connell (0-7). Escocia logra templar el partido y recorta distancias, pero a la hora de salir jugando, los irlandeses buscan el espacio y la velocidad. No hay tregua, y lo que empieza su línea de trescuartos lo termina su espectacular nómina de delanteros. El tercera línea O’Brien hace el segundo en una brillante lectura tras un saque de touch (3-17). El partido está deliciosamente loco. Ya habrá tiempo para descansar. O’Brien, el 7 irlandés, parece estar en todos los sitios pero enfrente otro correcaminos asoma. Stuart Hogg espabila a los suyos y propicia un ataque que Finn Russell culminará en el primer ensayo de Escocia (10-17).

Irlanda llega con diez puntos de ventaja al descanso (10-20) pero necesita once más de diferencia para superar la marca fijada por Gales. Un ensayo de Jared Payne y dos patadas de Sexton cercan el liderato virtual de los galeses con más de media hora por jugar (10-30). Diez minutos después, el apertura del XV del Trébol, que acababa de fallar dos patadas relativamente fáciles) se desquita y pasa un golpe de castigo para llevar más lejos la ventaja (10-33). O’Brien, quién si no en esta tarde soleada de Edimburgo, rubrica la ventaja con la que los irlandeses desafían a Inglaterra en su lucha por el torneo (10-40).

Pero por mucho que el titán irlandés (a la postre mejor jugador del encuentro) abandonara el campo y en el banquillo visitante se le recibiera con abrazos y parabienes, el trabajo no está acabado. Ni mucho menos, porque no se trata solamente de sumar puntos, sino también de no recibirlos. Y Escocia, condenada ya a una ingrata Cuchara de Madera, se lanza hacia un ensayo que redima de alguna forma el castigo. Éste se celebra con rabia en Murrayfield cuando el balón llega a Stuart Hogg, que esquiva el barrido de la defensa irlandesa con un fugaz contrapié para lanzarse a por el ensayo. El zaguero celebra la conquista, pero el árbitro decide consultar con su asistente de televisión. Así comprueba cómo en el último momento el desesperado placaje del irlandés Jamie Heaslip ha consiguido que Hogg pierda el control del oval, instantes antes de que el joven escocés logre posar en marca. “Maybe a Championship winning tackle”, resume uno de los locutores de televisión. Irlanda, demostrando una vez más el valor de la defensa, salva en el último suspiro unos valiosos puntos. Nadie sabe entonces que en esos puntos salvados por la inquebrantable fe de Heaslip estaría el campeonato.

Twickenham, Londres. 18 horas.


Fuente: RBS Six Nations
Los treinta puntos de ventaja conseguidos en Edimburgo colocan a Irlanda como campeona a falta de lo que consiga Inglaterra, obligada a firmar una proeza. Los ingleses sólo podrán ser campeones si baten a Francia por una renta superior a los 26 puntos. No hay tiempo que perder. Apenas se ha cumplido un minuto de juego cuando Francia paga sus problemas para salir jugando. El oval le cae al inglés más desequilibrante en este Seis Naciones, Jonathan Joseph, quien conecta con  Brown, éste con Ford y por último, el apertura inglés descarga para su medio de melé, Ben Youngs, que enardece Twickenham. El baile no ha hecho más que comenzar. Está por ver si tendrá final feliz para Inglaterra.

De repente, un fallo en ataque de los ingleses hace que el balón acabe en Tillous-Borde, medio de Francia, quien en una carrera sin oposición hiela a la grada inglesa. Una bofetada de realidad en la cara de los ingleses, que no quieren despertarse del sueño (7-8). Y sin embargo, Francia vuelve a golpear de la mano del ala Nakaitaci, no sin antes una angustiosa e innecesaria dosis de incertidumbre (7-15). El gallo castiga los ataques sin cabeza de Inglaterra. Como si de una revelación se tratara, les bleus descubren lo divertido que es jugar al rugby con el oval y empiezan a gustarse. Inglaterra ha salido a buscar el torneo antes que el partido y Francia se lo está haciendo pagar caro.

Fuente: RBS Six Nations
Con Francia ocho puntos por encima (y sólo ocho porque Jules Plisson no anda inspirado con el pie), Courtney Lawes decide salir de caza. Su víctima, como no podía ser de otra manera, el apertura rival, el propio Plisson, que cae como si de un saco se tratara al recibir un inesperado trompazo por el lado ciego. Saltan chispas. Lawes levanta al público de Twickenham y los franceses protegen a su chico, indignados por el placaje. El partido se detiene y el juez de vídeo dicta sentencia: la acción de Lawes es legal, sigan jugando. Pero la contienda se aviva e Inglaterra vuelve a ensayar.  A diferencia de Plisson, Ford no perdona en el pateo, y hace que la conversión de la marca de Watson, en el banderín, parezca que fuera bajo palos (17-15).

Inglaterra sigue descuidando las espaldas, pero qué más da. La Rosa ha enloquecido. Un saque de lateral a cinco metros de su marca se convierte en un contraataque letal. Youngs, autoproclamado amo y señor en el Reino de la locura, anota su segundo ensayo. Vive la revolution. El vértigo inglés enloquece a los aficionados ingleses, que vuelven a soñar con el torneo. Un último pateo de Ford antes del descanso estira la diferencia hasta los 12 puntos (27-15). Inglaterra tiene casi la mitad del trabajo hecho.

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A la vuelta de los vestuarios, los franceses encuentran a sus quince rivales unidos en corro, conjurándose. Los ingleses se preparan para un partido de 40 minutos con 13 puntos de desventaja. Que sean 20, replica Mermoz. Francia vuelve a reírse de las aspiraciones de Inglaterra con otro ensayo. Pero esta no se rinde (27-22). Youngs disfruta en el correcalles y sirve a Ford para que plante el oval bajo palos (34-22). Cuando la pareja de medios vuelve a conectar, Nowell firma el quinto ensayo de Inglaterra, el octavo del partido. Los ingleses tienen más de 25 minutos para salvar diez puntos (41-25). La sobreexcitación vuelve a jugarle una mala pasada a los locales, que pierden durante diez minutos a su tercera línea James Haskell, y Nakaitaci, en un nuevo contragolpe, encuentra el apoyo de Debaty, que ensaya (41-30). Un pilier que acompaña el contragolpe de un ala. ¿Qué más falta por ver en este partido?

Inglaterra recurre al pick&go para volver a ensayar (48-30) y sacudirse de la enésima respuesta de Francia, que parece haber nacido para desbaratar las cuentas del aspirante a campeón. A falta de quince minutos, los ingleses, agotados, son incapaces de detener un maul francés (48-35). Alcanzar los 26 puntos de ventaja se antoja ya un sueño de locos. No en la Inglaterra de Robshaw, donde la rendición está prohibida. Siguen estando a dos ensayos del título, por mucho que el cansancio y unos obstinados franceses insistan en que no es posible, que es inútil seguir peleando. Twickenham vuelve a la carga y lleva a los suyos a lomos del ‘Swing low. Nowell, en otro tiralíneas dirigido por Ford, ensaya y el rugido deja de nacer de la inquebrantable fe para convertirse en convencimiento pleno. Los ingleses están a seis puntos y cinco minutos de completar una de las gestas más gloriosas que ha visto el torneo en toda su historia (55-35).

El delirio alcanza su cénit cuando los ingleses se han con el balón y George Ford coloca a los suyos a cinco metros del ensayo. Inglaterra saca de lateral y arma un maul que se estrella ante el muro francés. Desesperado, el capitán inglés Robshaw pide auxilio; llama a los suyos a unirse en un empuje final y todos sus chicos acuden en su ayuda. Inglaterra sólo se reserva a dos hombres fuera del agrupamiento, que está ya a las puertas del ensayo. Cuando más cerca tienen el ensayo, los ingleses cometen un último y definitivo error. Ni la locura transitoria de Francia, que con el tiempo cumplido sale a jugar a la mano, otorga otra oportunidad. Kockok dice basta, y el rostro de Lancaster se hunde en la más absoluta decepción. Sus chicos han hecho soñar a Twickenham y a todo el país pero no es suficiente. Otro año más se vuelven a quedar a las puertas de la gloria. Nada se puede reprochar a Inglaterra, que lo dio todo y nunca dejó de creer en la posibilidad de completar la hazaña.

Tras el pasillo entre ambas selecciones, Lancaster reúne a los suyos. Puede estar orgulloso de ellos. Pero la gloria viaja dirección norte. En un Murrayfield semivacío la afición irlandesa estalla tras unos minutos finales de infarto. Los suyos salen de etiqueta a celebrar la victoria y a regar de champagne sus trajes y sus corbatas verdes. Los fuegos iluminan la noche en Edimburgo al tiempo que Paul O’Connell levanta por segundo año consecutivo el título de campeón y retiene la corona por primera vez en 66 años. Irlanda vuelve a ser, una vez más, la reina de Europa.
Fuente: RBS Six Nations

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