La batalla del Cencerro es el nombre con el que se conoce
una batalla que, según la historiografía tradicionalmente admitida (o sea New
Hortal Times), basada en crónicas árabes que nos hemos inventado, tuvo lugar en
la cueva del dragón entre las 14 y las 18 de la tarde del domingo, al lado de
un cencerro que sonaba desde la grada y cuyas consecuencias podrían ser decisivas
para el futuro de la tercera regional. En ella el rey de la competición, Rugby
Toledo (Rodrigo) fue derrotado a manos de las fuerzas del Califato Otieya
comandadas por Táriq ibn Chencho y Tamim “el Dátil”, el dátil porque parece
blando pero cuando lo muerdes te entra un dolor de muelas que flipas con el
hueso. La derrota fue tan completa (<<bueno, algo ajustadilla, porque sí,
pillamos bonus, pero tuvimos los cojones de cencerro, como las vacas>>) que igual supone
el final del estado visigodo en la tercera división de Madrid.
Pero existe
aún otro reinado, que aún se disputa con Toledo la monarquía de la división:
Alcorcón (Agila II), un recién llegado a la categoría que sigue diezmando a
algunos de los ejércitos más experimentados en la competición (de los que llevan un huevo
en tercera, vamos, como Hortaleza). Una especie de guerra por el ascenso se extiende ahora por toda la
región y en su intento por asentarse aún más en el liderato, los de la Ciudad
Imperial bajaron a los territorios del dragón para intentar asomarse más a la
segunda regional. Allí, unos escamosos rebeldes esperaban su penúltima
oportunidad de alcanzar la cima de la tercera regional.
A estas alturas el lector avispado, y que aún no se haya
dormido, habrá pillado el paralelismo. Pero por si acaso hay ‘delanteritis’,
pues se aclara: desde abajo, desde el cuarto puesto de la clasificación para
ser más exactos, aparecieron unos tipos de oscuro azabache, los de Hortaleza;
abisinios, por sus coloridas franjas, sarracenos para la ocasión. Que éramos
los moros, vaya; y Toledo, que son los visigodos comandados por Rodrigo quieren
ganarnos para jugarse en una batalla el ascenso contra Alcorcón, Agila II. Pero
no saben que los moretes se hicieron con la península hasta 1613 o más…
Volviendo al tema, la intensidad
del choque vino acompañada de cierta imprecisión en los pases y en el actuar de
los medios, quienes tuvieron que reorganizar el juego de su equipo a la vez que
regentaban la frutería en la que se convertía cada melé a favor, a tenor de los
melones y sandías que salían coceadas de entre las piernas de los gordos. Pinreles
que pudieron haber estrenado el marcador si Ali ibn Plumabbas hubiera atinado
entre palos una pena de castigo. Toledo se aprovechó del desconcierto local
para asestar el primer golpe del partido antes de la media hora. El oval, tras
sobrepasar la 22 amarrado a un maul, acabó en manos de los tres cuartos que lo
corrieron hasta la lateral sorprendiendo a la linea de Hortaleza que aún no se
había enterado de que les querían mojar la oreja, es decir, el ala, por fuera (0-5).
A partir de entonces, los
abisinios se lanzaron a por el ataque, aunque con cierto descontrol. Pese a que
los de Tariq Ibn Chencho estaban dominando, los balones que se cayeron
dificultaron en gran medida el tema de la continuidad. El ensayo llegó
finalmente en los estertores del primer tiempo. Una melé para Toledo a pocos
metros de su marca fue mal asegurada por el medio visigodo y Abodelon il Tintas
consiguió formar el primer ruck, para que en la siguiente acción Chef Hammad lograra empatar y Plumabbas transformar
(7-5).
La segunda mitad empezó de la
mejor manera posible: con ensayo del XV por parte de Peluto ibn Shama’un (12-5), y con Pantohamed en la grada trayendo potitos
de cordero, que para eso ese día a los de Hortaleza les tocaba ser mahometanos
por la gracia (o no) del cronista. Pero los visigodos no se iban a rendir así
como así y más teniendo en cuenta todos los factores que rodeaban la contienda.
Más de andar por casa, sí, por eso de que no hay muertes, ni mutilaciones por
espada, ni caballos, aunque Jefrey con sus bufidos pareciese un trasunto de percherón
cualquiera; pero sí con la lluvia y su imaginario, así como con la banda sonora a
cargo de un cencerro y su agropecuario zumbar, que sin llegar a la obra de Hans
Zimmer, tampoco desentonaba con lo visto en el pasto de plástico.
La insistencia de los
manchegos y su constante rondar a la línea de ensayo como si esta franja del
campo fuera una moza, dio nuevos puntos al cuadro de las águilas (visigodas).
Cinco más concretamente, aunque pudieron haber ido acompañados de otros tres, si
su zaguero no hubiera marrado un lanzamiento a los palos minutos antes (12-10).
Los del Hortal poco tardaron en reaccionar. Casi a renglón seguido, tras
cobrarse un golpe de castigo en la 22, la almendra fue de un lado a otro del
campo tras varias fases ininterrumpidas de juego, hasta que llegó a las manos
de Abdelroldán, quien reaparecía tras un largo periodo de ausencia (17-10). Las
sucesivas imprecisiones en una melé para Toledo eternizaron los siguientes
minutos antes del último ensayo. La
enésima infracción fue cobrada por Abodelón que asistió para que Plumabbas
posara bajo palos tras romper la defensa y el viento con su enlacado tupé
(24-10).
Toledo pondría los últimos puntos en la jugada que mataría el partido. Un batiburrillo de cabezas, piernas y brazos acabó por formar un maul que parecía impracticable, pero que al final acabó con uno de los pilares manchegos posando el oval en una escorada posición de la marca abisinia, por lo que no pudieron lograr la posterior conversión y arañar con ello el punto bonus defensivo (24-15).
Toledo pondría los últimos puntos en la jugada que mataría el partido. Un batiburrillo de cabezas, piernas y brazos acabó por formar un maul que parecía impracticable, pero que al final acabó con uno de los pilares manchegos posando el oval en una escorada posición de la marca abisinia, por lo que no pudieron lograr la posterior conversión y arañar con ello el punto bonus defensivo (24-15).
También jugaron: 16. Patxi, 17. Maño, 18. Yankee; 19. Berni, 20. Roldán y 21. Parra.
Resultado final: XV Hortaleza B 24 (b) - Club Rugby Toledo 15.
Anotadores: Plumas 7 puntos; Chef, 5 ptos. Pelut, 5 ptos; Roldán, 5 ptos.
Fotografías: Pepe Abad.
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