Finaliza el partido y
el camino que los separa del vestuario es cada vez más largo (10-30 [b]). La
desolación reflejada en alguno de aquellos rostros supera incluso al de
cualquier gran dragón inventado por la literatura anglosajona de principios del
siglo XX. Ellos no serán en esta historia quienes expulsen hacia las Tierras
Brunas a Thorin Escudo de Roble y a su variopinta compañía de enanos. La
Montaña de Erebor no será expugnada por el momento.
El segundo equipo del XV de Hortaleza volvió a caer, esta vez ante los toros del Sanse Scrum (10-30 [b]), quienes se cobraron su particular vendetta del partido de la ida, al tiempo que se acercan a los dragones en la clasificación, por la cual han descendido sin remedio en las últimas jornadas.
El choque empezaba de
la peor manera, con un ensayo en contra (0-5). La cornucopia azul y roja asestaba
la primera cornada en el escamoso y precario costado del dragón, cuyos cronistas
se perdieron el primer golpe que recibiría ese día al retrasar unos instantes
su presencia en las tribunas, muy bulliciosas durante toda la mañana.
Poco después la herida se hacia un poco más
profunda. Un error individual en la presión, dejó libre de marca a uno de sus
alas, curtido seguramente en los encierros de la localidad del norte de Madrid,
a la vista de su velocidad (0-10).
El primer conato de
reacción de los locales llegaría a la media hora de la primera mitad, con 0-17
abajo, Roldán, recuperado para la causa, conseguía los primeros cinco puntos
para los dragones, que pudieron haber sido más si la conversión de Ocaña no se
hubiera topado con uno de los postes de la H (5-17).
Los barras bravas del
Hortal seguían animando a los suyos, con kosakos reclutados esa noche
incluidos, jaleando las touches conseguidas, las melés barridas, y bramando por los placajes aplicados, como el de Nigo, quien reaparecía con los dragones ejerciendo de apertura. La lesión de Roberto Fuentes dio
entrada a Pelusa, quien acabó redibujando la línea. Nuestro carismático ‘samoano’
ocupó la cal escorándose a uno de los lados del campo, para luego acabar
pastoreando a la delantera.
El guión cambió algo
en la segunda mitad. Ya fuera por el pundonor dormido de los dragones o por el
cansancio de los toros, el XV subió un par de grados la intensidad y contó con
mejores posibilidades conforme transcurría el partido. Sin embargo, era ya
demasiado tarde.
En sus manos todavía reside
la potestad de permitir que los pájaros de antaño abandonen para siempre Erebor
y comience el reino del Dragón, el más grande y majestuoso portento alado de
nuestra época.
Marcador final: 10 (Roldán, dos ensayos) - 30 (b).
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