lunes, 17 de febrero de 2014

El marrón de la melé

“La anarquía es simplemente orden”Pierre Joseph Proudhon. 




No es carente de cierta ironía que una de las normas más modificadas en los últimos años sea la más problemática de todo el Rugby, antiguamente no era así. Su único sentido era ordenar a los jugadores para reanudar el juego de forma lo más parcial posible. Sin embargo, ¿quiénes son los culpables de este continuo quebradero de cabeza que tenemos hoy día? ¿Jugadores, entrenadores, árbitros…? 


En cierto sentido todos tienen su parte de culpabilidad; muchos árbitros carecen de experiencia y conocimiento para controlar una melé; los primeras líneas están tan enfrascados en su batalla individual con su oposición, que no les importa realizar faltas con tal de no ceder un centímetro de terreno; las cabezas pensantes siguen viendo en la melé una interrupción en el partido y comienzan a desesperarse de esta faceta del juego, que no es otra cosa sino el símbolo de este deporte.

La melé en sí ha variado su razón de ser a lo largo de los años. Antes era una forma de reiniciar el juego, hoy día, según el reglamento esa sigue siendo su función, pero los jugadores lo desconocían o simplemente le restaban la importancia que se le da actualmente. Antiguamente la melé estaba  formada, disputada, y prácticamente finalizada, antes de que los jugadores no participantes en la misma estuvieran colocados en su respectiva posición. Actualmente todos los actores y espectadores del partido esperan pacientemente el vital y laborioso agarre de los delanteros para disputar la melé, sin mencionar resets, golpes francos, de castigo... Si la melé es a cinco metros, sin comentarios. Hoy día la melé carece de sentido como forma de reinicio del juego, los jugadores lo ven como una oportunidad de humillar al rival, los entrenadores como la oportunidad de conseguir tres puntos tras un golpe de castigo, para los patrocinadores un ahuyentador de la audiencia, para las aseguradoras un pozo de dinero sin fondo y por último para los árbitros que lo ven como un marrón.

Las tres últimas modificaciones de la norma no hacen más que tratar de acortar los tiempos de la melé y de favorecer su disputa. No obstante, no se encuentra con la tecla. La regla del: “Sí, nueve”, ha durado apenas unos meses y ahora la alternativa carece de ningún tipo de consigna, que da fe a la capacidad del árbitro para entenderse con los medios de melé. La única diferencia entre el "sí, nueve" cantado y gestual, es que los encargados de introducir el oval en el agrupamiento cantan su entrada en vez del árbitro, lo que sigue generando ansiedad entra las primeras líneas, provocando así sucesivos golpes.

Esta regla está muerta desde el día que nació. No gustó ni a árbitros, ni a jugadores , ni a entrenadores, lo único positivo de las nuevas directrices es que se ha dejado claro que se acabó el chollo de la introducción parcial, a pesar de que algunos jugadores hayan clamado que talonar ponga en riesgo la seguridad de los talonadores.

Antiguamente la autogestión de los jugadores imponía el suficiente orden y coherencia como para evitar este tipo de dilemas, pero la llegada de Tío Gilito a este deporte, con sus ávidos ojos representando el dolar en ellos cambió todo. El ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar, se convirtió en lo más importante; crearon normas para prohibir las faltas, y prohibir es precisamente incitar. 

Viva la anarquía, viva la melé.

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