Los días de inclemencia atmosférica son los más proclives para saborear las virtudes de los campos de hierba artificial. Puede que algunos añoren el chapoteo en sus carreras o la lucha por distinguir entre compañero o rival bajo una espesa capa de barro, pero el juego, sin lugar a dudas, se ve beneficiado. Sin embargo, eso no quita para que uno tenga que remangarse y enfangarse, aun metafóricamente, a la hora de encarar los partidos. Hortaleza se aplicó, aunque no lo suficiente durante la mañana del domingo que le enfrentó al Rugby Alcalá ‘B’, y sólo ofreció su mejor cara cuando la desventaja tomada por el rival parecía ser insalvable. Finalmente lo fue (20-19).
Consumidos en unas llamas que
ellos mismos habían dejado crecer y alimentado al sobreestimar sus opciones de
victoria, los dragones del segundo equipo de Hortaleza se dejaron en la capital
del Henares su prolongada racha de imbatibilidad, cediendo así terreno en sus
aspiraciones por ascender de categoría. En una magistral demostración de
mimetismo, el equipo de la franja abisinia tuvo un día tan gris como las nubes
que sobre ellos amenazaban con romperse en lluvia, y, de negro como el rival
que tenían enfrente, se contagiaron del ritmo y juego que los alcalaínos
propusieron.
Sabedores como pocos de cómo desenvolverse
en circunstancias adversas, los locales lograron reponerse del impetuoso inicio
de Hortaleza, que pronto desplegó sus mejores artes en el manejo del balón para
hacer bailar a los tres cuartos. La danza, para desgracia del XV del dragón, no
se consumaba en puntos. Alcalá amargaba los ataques en la melé y utilizaba el
pie para ocupar campo contrario y buscar el error de los dragones. El XV se vio
arrinconado y tuvo que sacar lo mejor de sí mismo para salvarse de un ensayo
que el rival acariciaba a unos centímetros de distancia. Pese a ello, el ensayo
local no tardó mucho más en llegar (5-0) y minutos más tarde la ventaja se vio
ampliada al transformar un golpe centrado (8-0) que costó, además, la expulsión
temporal de Manolito por placaje alto.
La inferioridad no achantó a
Hortaleza y aun cuando el juego desplegado seguía sin convencer, la línea de
los abisinios volvió a trenzar una bonita jugada para que Richie posara el oval
en marca contraria. No apuró el ala hortalino en su conversión todo lo que
hubiera podido, complicando a Peluki una patada de transformación que no sumó
puntos (8-5). Sabían los de Oti y Elías que si lograban convertir en puntos el
control del juego, la segunda parte traería más ensayos con los que compensar
esos dos puntos. No eran conscientes de lo decisivos que llegarían a ser.
Los dragones se sabían
superiores a su rival, pero esa sensación de control estaba más interiorizada
por los dragones que bregaron en el Antonio Machado de Alcalá más que en el
devenir de la contienda que allí tuvo lugar. Los minutos pasaban y Hortaleza, a
remolque durante todo el encuentro, no lograba adelantarse en el marcador. No
era el día de los chicos de Chencho, pero aun así confiaban en que antes o
después caería el ensayo que los pusiera en ventaja. El ensayo llegó, sí, pero
el de Alcalá, que para desesperación de la parroquia abisinia sumaba instantes
después una tercera marca (20-5).
Por unos instantes, Hortaleza amagó
con evocar los peores momentos de la temporada pasada, cuando cada contratiempo
anticipaba un continuo descosido del contrario a base de ensayos. No fue así. De
nuevo, el equipo dio la cara y se dispuso a, cuando menos, vender cara la piel.
La enésima rotura de línea de Antón propició el ensayo de Manolito, que recogió
una poco ortodoxa patada al hueco de su compañero en el centro. Pira, minutos
más tarde, se lanzaba a ensayar tras una infinita carga de la delantera
hortalina. Su sustituto en el juego al pie, Peluki, alimentaba las esperanzas
de victoria con dos meritorias transformaciones (20-19).
Hortaleza estaba a un solo
punto y restaban aún seis minutos. Tiempo de sobra para poder revertir todos
los fallos y desajustes, para acabar con el sufrimiento y lograr además un
bonus ofensivo que completara la remontada e hiciera olvidar este partido como un
mal sueño sin consecuencias. Es difícil explicar cómo, después de haber
recuperado tan rápidamente la ilusión por la victoria, el XV no dispuso en todo
el tiempo que restaba de la mínima opción de lograr un último definitivo
ensayo. Hortaleza había jugado demasiado con fuego como para no acabar en
llamas.
Fotografía (de archivo): José Luis Hernández Sanz
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