viernes, 11 de abril de 2014

La primera ronda corre a cuenta del Hortal. XV Hortaleza 70 - Soto del Real 5


Volvía la Copa al Hortal recibiendo en ésta ocasión a Soto del Real, cuyas zancudas se habían acostumbrado esta temporada a anidar en la cueva de Hortaleza sin que nadie les dijera ni pío. Esta vez los dragones no dejaron espacio para la duda, se comieron los nichos, los huevos y todo aquello que oliera a cigüeña ese día (70-5).


Era un partido más, otro finde de rugby, pero esta vez lucíamos un traje especial. Nos íbamos de copa y el equipo quiso vestirse para la ocasión. Se dice que la copa la juega el club y no sólo un equipo. El XV se tomó este aforismo al pie de la letra y en la alineación ante Soto del Real podíamos ver gente de primer equipo, del segundo, del C y, por supuesto, juveniles. O sea, un traje a medida para la cita. Por el contrario, el equipo de la cuenca alta del manzanares, bajaba a las faldas del Henares y el Jarama con lo puesto. Soto ha sido un equipo constante y ganador durante toda la competición, y eso se ha demostrado en la honrosa cuarta plaza que ha conseguido en la tercera regional de Madrid. Pero claro, para los clubes con un sólo equipo abril y la copa son fechas que quedan muy lejanas, y se sitúan al final de una larga cuesta en el que se suelen quedar descolgados muchos jugadores. Esa es quizás la primera ventaja que tuvo el XV respecto a su rival, la capacidad de refrescar la plantilla a base del imprescindible equipo junior. 

Si el banquillo de Soto parecía un solar, el del XV era una cornucopia de gordos y tres cuartos. El lobby del primer equipo acaparaba gran parte de la alineación, así que aquellos que esperaban su oportunidad lo hacían plácidamente, sabiendo que los elegidos que había sobre el campo pronto encarrilarían el encuentro. Los otrora conocidos en la redacción del Hortal como los All Blacks del hemisferio norte madrileño, pasaron a ser simpáticos kiwis empequeñecidos ante la insigne figura del dragón.

El partido comenzó como se esperaba. Desde el césped se notaba a un Soto convencido de su papel. Iba a intentar no regalar metros y esperaba un balón bien servido por su delantera para tener la opción de probar a la tres cuartos rival. Pero era el XV el que demostraba más peligro en sus acciones, aunque estas desde la adquirida paciencia que debe tener cualquier jugador de la linea, no se catalizara en un movimiento de más de tres fases o que llegara con facilidad a completar cuatro pases ofensivos buenos. Es decir, Hortaleza era sabedor de sus superioridad pero no por eso, o precisamente por ello, no era capaz de trenzar sus jugadas. Una extraña mezcla de pereza y precipitación, un verdadero oximorón entre la desgana colectiva y la ambición individual desesperada. Lo que en cualquier otro partido era una estrategia mecánica, aquí era un juego de poleas anárquico en el que el que el peso se diluía en sus entresijos. Se intentaban pases imposibles. Los tres cuartos querían ser delanteros y los delanteros tres cuartos. Sólo una acción, también extravagante, encendió los motores del XV. 

Abad se jugaba una patada rastrona para que su linea presionara al unísono y consiguiera  el ensayo de mano de Bodelón. Resulta que el primer integrante de la mara salvatrucha ibérico-hortalina de Tetuán hizo el papel de  un improvisado utility back. Pero parecía un minero capataz venido a menos, pues sumergido en la mina de los rápidos aun intentaba dar a los pesados de la superficie las consignas de un 9 que seguro lleva grabado a tinta, en alguna parte de su policromo cuerpo de keniata albino. A continuación llegó el ensayo de Alfonso. Un error al pie de Soto era aprovechado por la linea de Hortaleza con un laaaaaaargo pase que conseguía conectar con el bisoño ala pokemón, que subido en su moto conseguía posar entrar en marca y aparcar el balón. 

La profecía de los más torticeros se cumplía. A los diez minutos de juego, los abisinios ya se imponían 14-0. Si estar en el banquillo ya carece de cualquier tipo de estímulo, la cosa, obviamente, no mejora si tus compañeros no dan espacio a la emoción. Después de éste hubo un ensayo de delantera. Kiko quiso imponer el orden en su equipo por la razón del barrigazo. Era la traducción hecha rugby de "aquí estoy yo, vamos a dejarnos de tonterías y ganar el partido a nuestro juego, que nos creemos All Blacks joder". Nunca un guardia jurado-tatuador-quiropráctico tuvo la capacidad de síntesis de la que hace gala nuestro capitán en cada contacto. 

Con está declaración de intenciones la maquina acabó por engrasarse. Pronto lo que se vivía en el campo dejó de tener interés para algunos, y observar como Pepe y Esther, jugadora del femenino y "enfermera" del XV, se rondaban mutuamente se convirtió en el principal acicate. Esas miradas, esas sonrisas, ya se apostaba cuando se darían un beso furtivo, alejado de la mirada de Oti. Las palabras de Jorah Mormont han adquirido el don de la premonición, se puede ser khaleesi y todo lo que se quiera, pero los dragones en el fondo no se pueden domesticar, más si una chica bonita ronda por la cueva. Ya se sabe la fijación que tienen estas bestias por las princesas. Que se lo pregunten a San Jorge. 



Por estos derroteros discurría el partido. Los de dentro mirando al cesped y los del césped mirando a la grada. Porque todo el mundo quería su ensayo en este partido. Y a fe que era posible, porque la línea de XV no paraban de hacer fracking en la defensa rival de la que extraían, además de vítores y metros, dos nuevos ensayos (34' Pelut, 40' Magia ambos sin transformar) antes de que concluyera la primera parte.

El carrusel de cambios no tardó en producirse en la segunda mitad, para desgracia de las huestes de la cigüeña, que no solo no contaban con recambios, sino que además iban cayendo lesionados. Más castigo para ellos. La llamada de la matrona del XV despertó del letargo a los suplentes, quienes interpretaban el calentamiento a su libre albedrío. Sin embargo, los compañeros en el campo se empeñaban en dejar claro que la presencia de los reservas era circunstancial, ellos solos se bastan y oliéndose que podrían ser los siguientes en dejar su hueco, se afanaban en conseguir su momento de gloria traspasando las líneas de Soto para posar el oval.  

De hecho, cayeron dos ensayos tempraneros al inicio de la segunda parte, el primero de Magia (47', sin transformar) que veía que se podía hinchar a visitar la zona de ensayo si se hubiera echado resina en las manos claro está. El segundo lo firmó Muñeco (53', sin transformar) que sorprendió tanto al rival como a su línea entrando al ras de un apertura, un improvisado 10 que minutos más tarde sería relegado al final de la clase castigado por la profe.

Entrar al campo con todo el pescado vendido, viendo como los tres cuartos solo se acordaban de los delanteros para que les limpiaran los barullos, era desalentador. Es como llegar a una fiesta a la que no has sido invitado. Te miran de soslayo al cruzar la puerta y casi tienes que pedir permiso si osas ponerte una copa en mitad de la algarabía general, donde cada uno intenta deslumbrar con su baile particular. Para un jugador recién salido, uno que siempre ha hecho cierto afán de acaparar los ataques de su equipo, es complicado ubicarse como un vulgar miembro más de la corte en un encuentro hecho para la medida de los jerarcas. Nada que no puedan curar más años de rugby, deporte que deberá ir puliendo toda esa educación, propaganda y escala de valores, marcados por una sociedad apologista del individualismo.

Las sensaciones son extrañas desde que se llega al campo. El calentamiento no ejerce su finalidad última si ese día le toca a uno representar un papel u otro. La arenga en los vestuarios no es asimilada de la misma manera si el banco toca ocupar. Mientras los demás salen a comerse el mundo con el runrún de las palabras de su capitán marcadas a fuego en sus cabezas, otros se quedan llenando botellas de agua con las que sus compañeros se ayudarán a digerir todo aquello que se vayan tragando. A eso se le llama equipo. Los protagonistas siempre necesitarán a actores de reparto para que el guión sea redondo. Peor sería hacer de linier. Una epopeya que merecería un par de párrafos, pero hay tortugas más curtidas en esas lides.

Y con estás diatribas llegamos al momento inesperado, a aquel instante que te hace volver de tus cavilaciones para asentarte de nuevo en el partido. Siempre se ha dicho que duele más un ensayo que un golpe. En este caso, sin negar el el dicho, se puede decir que incluso podías llegar a empatizar con el rival. Pues el ensayo de Soto llego y lo hizo para recordar que hay que tener respeto por todos los rivales. Más si cabe cuando éste ha sido tan peleón como lo ha sido Soto durante toda la temporada. No olvidemos el duro correctivo que sufrió el club, que no el equipo B, con la abultada derrota en la visita al Alto Manzanares. El XV de Maná supo aprovechar una rifa de balón de los dragones, que a veces se toman demasiado al pie de la letra lo de la continuidad, y colocar a placer la almendra en la zona de marca local (57', sin transformar)

Está mancha en el expediente del partido fue suficiente para que el XV se pusiera el mono de trabajo y negara el balón al visitante durante el resto del partido. De hecho los ensayos no dejaros de caer a cuenta gotas y antes del final le dio a tiempo a los de Oti a firmar cuatro ensayos más, hat trick de Magia incluido (61' Fran, transformación de Paste; 68' Magia sin transformar, 75' Bodelón transformación de Paste; 78' Sparrow sin transformar).

Resultado final: XV Hortaleza 70 -  Soto del Real 5

Alineación: 1. Alex (16. Maño, 40'), 2. Chencho (17. Pakirrín, 28'), 3. Kiko (c) (18. Muñeco, 48'); 4. Daver, 5. Marcos (19. Chef, 48'); 6. Ewok, 7. Cutrapali, 8. Coppel; 9. Pira (m.m.) (20. Fran, 46'), 10. Abad (ap.) (21. Pastelito, 48'); 11. Magia, 12. Pelut, 13. Sama (22. Pepe, 40'), 14. Alfonso (23. sparrow, 61'); 15. Bodelón.

Texto: Michaelangelo y Raphael
Fotografías: José Luis Hernández Sanz

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