La vida es un aprendizaje continuo y el rugby, por
supuesto, no es la excepción. En ese camino transitan los muchachos del Hortal,
ávidos de nuevos conocimientos que les sirvan para ejecutar periplos tan
estimulantes como las rutas de Toledo, recién conquistadas este pasado fin de
semana (61-15).
“Era una maravilla bajar los largos tramos de escaleras y
tener conciencia de que el trabajo se me había dado bien. Cada día seguía
trabajando hasta que una cosa tomaba forma, y siempre me interrumpía cuando
veía claro que tenía que seguir. Así estaba seguro de continuar al día
siguiente”.
‘París
era una fiesta’, Ernest Hemingway (1899-1961).
La tercera regional echaba el cierre por este año con un duelo
directo entre dos equipos, que si bien en un principio podría rozar la
intrascendencia, las incógnitas que rodean a los ascensos y descensos del resto
de categorías de mayor nivel le otorgaban cierto halo de relevancia, en cuanto
a la necesidad de alejarse de las zonas peligrosas de la clasificación, sin que
esto, a día de hoy, sea sinónimo de nada.
Las águilas de Toledo llegaban por encima en la
clasificación a la cueva del dragón, escenario en el que no ganaba esta
delegación del XV desde que recibiera con éxito a Alcalá en la primera vuelta
del campeonato. El equipo del Hortal presentaba para la ocasión una mezcla de viejos
conocidos con lozanas aportaciones tan propias a estas alturas de la temporada.
El primer acto comenzó con la promesa implícita hecha por
ambos equipos que por cada golpe recibido contestarían, al menos, de igual
manera; que cada vez que cayesen, se levantarían buscando para el rival la
misma suerte que acababan de saborear; que las invasiones serían severamente
castigadas; y que no pasaría un solo instante sin que cada uno de los presentes
en el terreno de juego supiera que estaba sujeto de manera inexorable a este
pacto alado entre dragones y águilas.
Los primeros envites hacían presagiar una mañana
complicada, correosa, de esas a las que se ha tenido que someter con mayor o
menos fortuna el XV abisinio del Hortal. Ambos conjuntos tuvieron sus alternativas
en los primeros minutos, pero fueron repelidas, bien por las defensas, bien por
los errores propios. Los primeros en golpear fueron los dragones, quienes antes
de cumplirse los primeros diez minutos de juego consiguieron trazar una larga
jugada en continuidad, moviendo la almendra de un lado a otro del campo, en
cuya última esquina apareció Hobbit, quien desde hace una jornadas vuelve a
formar parte de esta Comunidad del Oval (5-0).
Poco tiempo después Toledo contestaba con un drop, después
de que sus delanteros consiguieran robar un ruck a diez metros de la zona de
marca (5-3). A partir de esa jugada llegaron los momentos más críticos de Hortaleza
en todo el partido, minutos que se saldaron con un ensayo en contra (5-8) a la
media hora, tras varios golpes de castigo cometidos, que los manchegos supieron
cobrar después de haber rozado hasta en tres ocasiones la zona de marca local.
Sin embargo, el sino del partido parecía empezar a
vislumbrarse para los más optimistas cuando un jugador manchego realizó un placaje
alto sobre Tobías, cuando el juvenil ya superaba la 22. Tarjeta amarilla y diez
minutos que Hortaleza aprovechó para ponerse por delante en el marcador y en el
juego. La jugada siguiente a la expulsión trajo consigo el ensayo de Pelusa,
quien se cobró un golpe de castigo a escasos metros del in-gol, el cual fue convertido
por Pira (12-8), que comenzaría con esa patada su recital matutino, coronando
su actuación con siete impecables lanzamientos más a palos.
En la segunda parte una marea negra en forma de equipo de
rugby de tercera regional asoló las instalaciones del Hortal. Las alas del dragón
se desplegaron en toda su envergadura para encapotar cualquier conato de luz
que pudiera iluminar el camino de las águilas manchegas, que pese a ser avasalladas
durante cuarenta largos minutos, cayeron con orgullo.
A los cinco minutos del segundo acto, Hortaleza ya tenía en
el bolsillo el punto bonus ofensivo tras las dos nuevas marcas de Chef y Pira,
que seguía a lo suyo, pateando con éxito pese a la dificultad de la posición en la que se
hallara. Toledo se vio incapaz de frenar los inmisericordes ataques abisinios,
quienes honraron por fin el nombre de este pueblo africano, que jamás fue
colonizado, manteniendo así su independencia pese al prorrateo desigual del
continente por parte de las potencias europeas.
Caían y caían los ensayos. Hobbit, el aplicado zaguero de
La Comarca, volvía a portar el oval hacía las zonas indómitas de los manchegos,
al igual que Dosser, valiente escudero de la línea de tres cuartos. Chewaka,
jardinero de profesión y montaraz en tiempos de asueto, ponía el delirio en las
gradas y en el posterior acto bautismal del que sería protagonista en el tercer
tiempo, con sus primeros cinco puntos
con la negra zamarra del Hortal. El pelotón de fusilamiento con Fran y Alex en
cabeza redondeaba un holgado triunfo, que poco antes había sido maquillado por el
último reducto de la resistencia toledana (61-15).
Hemingway escribió una vez que todo, lo bueno y lo malo, cuando se interrumpe deja siempre un vacío que llenar. Sin embargo, mientras que el vacío de lo malo se llena por sí solo, lo bueno siempre deja un espacio que solo puede llenarse descubriendo algo mejor. Nos vemos en la Copa.
Alineación: 1. Chencho (c), 2. Álvaro (16. Chemari, ’40),
3. Julián (17. Alex, 34’); 4. Tobías (18. Borja, 40’); 5. Chef (19. Isma, 57’);
6. Cutrapali, 7. Fran, 8. Coppel; 9. Pelusa (m.m), 10. Pira (ap.); 11. Chewaka,
12. Martin (20. Pepe, 45’), 13. Dosser (21. Pedro, ‘61), 14. Amat (22. Damián, 53’);
15. Hobbit.
Anotadores: Hobbit, 10 puntos; Pira, 21 ptos; Pelusa, 5
ptos; Chef, 5 ptos; Dosser, 5 ptos; Chewaka, 5 ptos; Fran, 5 ptos; Alex, 5
ptos.
Fotografías: José Luis Hernández Sanz.
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