Afortunadamente para los aficionados al rugby el oval no
deja de moverse ni un instante. Así, cuando la competición se da un respiro en
Europa los rugbiers ponen su vista en el Hemisferio Sur,
donde el Super Rugby primero y el
Rugby Championship después coronan a los reyes en franquicias y selecciones en
la mitad meridional del planeta. El primer título consagró a los Waratahs de Sydney, vencedores en una final no apta para cardíacos ante los Canterbury Crusaders,
integrados por buena parte de la selección allblack.
La oportunidad de revancha para los
kiwis no se hizo esperar, ya que estas dos primeras semanas de competición
depararon un doble enfrentamiento
Australia-Nueva Zelanda. Miles de kilómetros más al Este, Argentina y Sudáfrica intercambiaban
tarjetas de visita en sendos choques intercontinentales. Aquí os dejamos
nuestras impresiones de la primera ronde de enfrentamientos:
El terror
negro continúa intratable
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Fuente: SANZAR |
Con mejor o peor fortuna (o estado de forma), los neozelandeses siguen siendo los amos
del rugby mundial, y si su dominio no es realmente tan indiscutible ellos
mismos se encargan de aparentarlo y
hacérselo saber al resto de equipos. La carnicería wallaby en Eden Park (51-20) disipa cualquier atisbo de duda que
pudiera haber dejado el empate con el que se inició el torneo (12-12) y otorga
a Nueva Zelanda el cartel de favorito
para revalidar su título de campeón. No importó que no controlaran el oval
en ambos partidos ni que se vieran superados en el primero. Los ensayos al contragolpe nos recuerdan a todos que son
los número uno a la hora de provocar el fallo del rival tras aguantar sus
embestidas y que no hay ataque más letal que el suyo. El ‘pinchazo’ en tierras australianas habla más de su capacidad
para salir airoso de situaciones desfavorables (dos inferioridades en campo
rival en un día poco afortunado en ataque) y de la inteligencia de sus directores de juego (escandalosamente acertado
Aaron Smith) que de una bajada de nivel. En el segundo envite reaccionaron con fiereza ante la temprana ventaja australiana (0-3) y a otra nueva y temprana inferioridad (en esta
ocasión de su capitán Richie McCaw) para
arrinconar al rival hasta noquearlo por aplastamiento (44-6 con 20 minutos
aún por disputarse). Un ensayo de castigo por una melé con ruedas y sin frenos
y dos incontestables mauls tras
sendos saques de lateral terminaron por dinamitar la resistencia de los
australianos, que en un arrebato final consiguieron salir con la cabeza alta a razón
de dos ensayos postreros.
Los
misterios de Australia
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Si los All Blacks son la cara de este primer acto de la
competición, la cruz recae inevitablemente en Australia. Su estrepitosa derrota
en Auckland borró de un plumazo la satisfacción por haber truncado la
victoriosa racha de sus vecinos al otro lado del Mar de Tasmania. Las
credenciales de Australia para este torneo no podían ser más favorables, habiéndose
proclamado un equipo suyo campeón del Super Rugby y con otra escuadra
australiana, ACT Brumbies, destronando al vigente campeón (Waikato Chiefs, otro
kiwi) para acabar resultando semifinalista. Con la pareja de medios de los Reds
(Will Genia y Quade Cooper) fuera de combate por lesión, el seleccionador aussie Ewan
McEnzie no dudó en poner al mando a los timoneles de los dos mejores
equipos. La sorpresa fue que ignorara a sus dos aperturas (Toomua, de los
Brumbies, desplazado a primer centro, y Bernard Foley, de los campeones
Waratahs y máximo anotador de la competición, relegado al banquillo) para ‘colgar’ el ‘10’ en la espalda de un
recuperado Kurtley Beale. Para rizar el rizo, el juego de Beale ha
recuperado el brillo desde que su entrenador en los Tahs lo situara… sí, de
centro.
No es de extrañar, pues, que la dirección en el juego wallaby estuviera un tanto oxidada y que
faltara cierta fluidez a la hora de lanzar a sus misiles de la tres cuartos.
Una de ellas, Israel Folau, es la
gran noticia para Australia en lo que va de torneo, ya que no se avista en el panorama mundial un jugador tan dominante
físicamente y con su capacidad para sembrar el caos en las defensas
rivales. Otra cosa es que cuente oportunidades y apoyo para traducirlo en
puntos. Nueva Zelanda, por ejemplo, empezó a matar el segundo partido a raíz de
una galopada de Folau que acabó en un error australiano y un contragolpe letal de los de negro. Más sólidos en el primer choque, los australianos empezaron el torneo desaprovechando su
superioridad en los momentos decisivos del encuentro y acabaron naufragando en la tormenta allblack
del segundo entre errores propios y el aplastamiento de la delantera kiwi. Con
todo, los australianos disputaron el balón y no se mueven en aguas tan
distantes como hace pensar el marcador. Armas tienen para competir. Sólo les
queda rehacerse y demostrarlo.
Deberes para
Argentina: Aprender a ganar
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La obsesión por la
primera victoria en el Rugby Championship protagoniza la lectura acerca de
la selección argentina. Los Pumas nunca han ganado desde que se integró en el torneo
y tan sólo un empate en casa frente a Sudáfrica en la primera edición endulza
el rosco de su casillero. Pese a todo, nadie duda de que Argentina es capaz de
batir a cualquiera de los tres conjuntos y en este doble enfrentamiento ante
Sudáfrica han vuelto a demostrar su potencial con un interés añadido. Y es que
a pesar de seguir contando con los agrupamientos en delantera como mejor arma
(su dominio en melé sacó los colores a los Springboks) los argentinos se revelaron por vez primera como un auténtico equipo del Hemisferio Sur,
asumiendo más riesgos a la mano, mayor verticalidad y dinamismo a base de
descargas y balones hasta el ala a merced de la frescura de su apertura Nicolás Sánchez y sus dos incansables
medios, Landajo y Cubelli. En los centros, el incombustible ‘Celo’ Bosch formó
junto a un recuperado Juan Martín Hernández, quien pudo aportar por fin aquello que
se espera de él y que por lesión o baja forma no ha podido sumar en los Pumas
en los últimos tiempos. Las buenas noticias en la línea argentina no acaban ahí
debido al enorme estado de forma de su
zaguero Joaquín Tuculet y a la llegada del joven ala Manuel Montero.
Argentina tuvo en su
mano los dos partidos frente a Sudáfrica. El primero lo perdió bajo el
granizo de Pretoria por un despiste defensivo que les costó un ensayo en el
primer minuto de juego y ante el cual no lograron sobreponerse, y en el segundo
lideraron durante gran parte del partido (ventaja de 12 puntos en la segunda
mitad incluida) para acabar ahogados en la orilla por un golpe de castigo
firmado por Morné Steyn. Los Pumas superaron
a los africanos en prácticamente todas las facetas del juego. En todas
menos en la efectividad de los saques de lateral (77% frente a 92%),
el placaje (78% a 82%) y los lanzamientos a palos (63% a un inmaculado 100% de
efectividad bokke). Por ahí se les escapó el partido a los sudamericanos, aunque con esa estadística hubiera sido posible vencer de haber sabido
cerrar definitivamente el partido. Una cuestión que atiende más a razones
psicológicas que a cualquier otra (como ellos mismos han llegado a reconocer) y
que esperan disipar al alcanzar el ansiado primer triunfo.
Dudas,
sufrimiento… y pese a todo, líderes
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Paradójicamente, el equipo que menos interés parece
generar de los cuatro es el que lidera esa
invisible y aparentemente intrascendente clasificación del torneo.
Sudáfrica saldó sus duelos con Argentina con dos sufridas victorias
(especialmente la segunda) y encara la siguiente fase de la competición (que le
conducirá a sus dos compromisos en Oceanía, ante Australia primero y Nueva
Zelanda después) con no pocas dudas sobre su rendimiento. Precisamente las
dudas son malas compañeras de viaje para esta pequeña gira donde se espera ver el verdadero potencial de los de verde y oro.
Hasta el momento los de Heyneke Meyer se han servido de las viejas armas que han
caracterizado a la selección sudafricana en los últimos años: una defensa seria y contundente en el
placaje, una touch sobria y solvente (resistente al relevo generacional),
una constante fiabilidad de cara a los
tres palos y un instinto asesino y
oportunista que condena al rival a pagar muy caro cualquier descuido (los
Pumas bien pueden dar fe de ello tanto en el primero como en el segundo partido).
En definitivas cuentas, siguen conservando el carácter de un equipo ganador.
Sin
embargo, se pone en duda el verdadero
nivel de estos Springboks, sin ninguna de sus figuras en un destacado
estado de forma y con incógnitas sobrevolando algunas posiciones, amén de las
combinaciones que Meyer ha aprovechado para introducir con vistas al Mundial
que se celebrará el próximo año en Inglaterra. Victor Matfield y Bakkies Botha
son ahora complementos en una segunda línea de la que ahora son dueños el ‘bonachón’
de Jager y el altanero y macarra Etzebeth; Marcel Coetzee se asienta como hombre para todo en la tercera, y el
equipo se encomienda al apertura que está llamado a dirigir a los Springboks en
2015, Handré Pollard. Al declarado mejor jugador joven del mundo por la IRB
se le ha visto un tanto ‘verde’ a la hora de marcar los tiempos del partido y
mover a los suyos, aunque con el pie se ha mostrado intratable y parece contar
con el apoyo de su seleccionador. Un ‘afinamiento’ de sus piezas más
importantes, la recuperación de una delantera
con el orgullo herido tras haber sido avasallada en Salta y el mayor
acoplamiento y confianza que pueden haber dado las dos victorias serán posiblemente
las claves para que Sudáfrica acabe la gira con posibilidades de llevarse el torneo.
Porque aunque el sentido común (y cualquier punto de vista) dé como favorito a
los All Blacks los bokke ya han visto tropezar a los de negro en Sydney y
seguramente se relamieran viendo a los kiwis vulnerables y sudando la gota
gorda ante los australianos. Aun perdiendo en Wellington les bastaría con resolver sus compromisos contra Australia en las
mismas condiciones que Nueva Zelanda ante Argentina para llegar en mejores
condiciones al partido final. Y allí, en el Ellis Park de Johannesburgo,
podrían servirse la revancha del pasado
año y ofrecer a los aficionados otra épica batalla con la que rubricar de nuevo la guerra por el dominio
del Hemisferio Sur.
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